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“Un personaje-animal permite hacer una representación más universal de la mujer”

Sin recurrir a la palabra escrita, Janneth Pineda (Itagüí, 1986) ‒conocida artísticamente como Yapi‒ logra que el paisaje, el cuerpo y la gestualidad sean los medios que sumerjan al lector en su más reciente historieta: Pareces una salvaje (2021).

Diana Gil Guzmán
31 de enero de 2022 - 10:32 p. m.
Janneth Pineda publicó su historieta, Pareces una salvaje, en 2021 gracias a una beca de la Gobernación de Antioquia.
Janneth Pineda publicó su historieta, Pareces una salvaje, en 2021 gracias a una beca de la Gobernación de Antioquia.
Foto: Archivo particular

Esa capacidad para apelar solo a recursos visuales y prescindir del texto en el cómic no es nueva en su trabajo historietístico. Su primer fanzine, Interno (2017), fue una muestra fehaciente de su habilidad con el lenguaje gráfico del dibujo. Pero resulta mucho más admirable en Pareces una salvaje por la extensión de la obra: 64 páginas, dibujadas con carboncillo sobre papel Durex.

Esta obra fue posible por una beca de creación de la Gobernación de Antioquia que Yapi ganó en el 2021. Aunque el tiempo para dibujarla fue corto, la idea proviene desde 2019, cuando empezó a publicar semanalmente avances del cómic en las redes sociales virtuales. Y ese mismo año imprimió, en formato de fanzine, la primera versión con el título Para ser libre hay que cerrar bien los ojos. A diferencia de Pareces una salvaje, Yapi recurrió en el fanzine a la palabra escrita.

Su afición por la narración gráfica es tal que en 2019 obtuvo una residencia artística en la ciudad de Angulema (Francia). En ese epicentro de la historieta franco-belga, Yapi pasó cuatro meses rodeada de muchas celebridades del cómic y estimuló aún más el arte de comprensión en la historieta, esa forma de síntesis de lo esencial. A la fecha, ha publicado tres fanzines y dos de sus cómics aparecieron en El Espectador y Dr. Fausto, además de su habitual producción historietística en Instagram. A su vez, hizo un cómic para la exposición Saltar el muro en el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá.

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Casi todo su trabajo se caracteriza por una mirada personal e introspectiva, y Pareces una salvaje no es la excepción. En un escenario primigenio, la protagonista de la historia se sumerge en lo onírico para enfrentar sus temores y reivindicar la visión de la mujer como un ser con múltiples matices. En los dibujos de este cómic, Yapi nos muestra nuestro lado más salvaje, sin grandilocuencias, porque, como lo declaró Samuel Beckett, “cada palabra es una mancha superflua sobre el silencio y la nada”.

En el prólogo de Pareces una salvaje escribió: “... se lo dedico a todas mis mujeres. Ahí está ella habitando dentro de nosotras. Esa enorme fiera que nos recuerda para ver y sentir todo lo que está bien en el universo... Así somos las salvajes”. Ese texto en clave feminista marca la identidad de su obra. ¿De dónde proviene ese interés?

Eso llegó de forma accidental a mi vida, por la lectura de cómics y otras cosas. A pesar de que crecí en una casa rodeada de muchas mujeres –porque tengo tres hermanas y antes estaba mi mamá–, no sabía que existía el feminismo, ni era consciente de los comportamientos y las actitudes tan normalizadas del machismo que viví en casa con mi papá. Fue la lectura de La mujer rebelde: La historia de Margaret Sanger, del historietista Peter Bagge, lo que me llevó a cuestionarme: ¡¿cómo así que las mujeres no tenían acceso libre a los anticonceptivos?! A partir de ahí empecé a interesarme en esos temas y todavía soy una aprendiz del feminismo.

En el libro la protagonista pasa por la dicotomía humano-animal, un recurso de larga tradición en la historieta que hizo eclosión en los cómics de Funny animals. ¿Por qué decidió recurrir al antropomorfismo?

Mi historieta está muy influenciada por el libro Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola. Allí ella habla de una mujer que se transforma en una loba, entre muchas otras cosas que dice en el libro. A mí eso me parece una idea muy bella de volver a lo primitivo en el ser humano y a ese despertar donde habita lo salvaje que suele atribuírsele únicamente a los animales. Además, elegí esa dicotomía humano-animal por la representación, porque las mujeres tenemos diferente forma, tamaño, color... Así que trabajar con un personaje-animal permite hacer una representación mucho más universal de la mujer. Incluso, es un recurso que se utiliza mucho en los libros infantiles para comunicar a los niños sin recurrir a ciertas especificaciones como la raza, el género o cosas así.

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En lo personal, me gustó mucho la representación de la mujer como una loba porque transgrede y contradice los estereotipos que el patriarcado nos impone. ¿Por qué este y no otro animal?

El lobo en la literatura siempre ha sido representado como un animal malo y agresivo (por ejemplo, en Caperucita roja o Los tres cerditos) y quise salirme de ese estereotipo que se le ha atribuido al animal. Quería limpiar la imagen del lobo malo, y en este caso se trata de una loba que trata de entender y abrazar lo primitivo en ella.

En Pareces una salvaje es evidente el trabajo de condensación gráfica. ¿Cómo logra esto?

Yo tenía la intención de que la concentración del lector se centrara en lo que siente el personaje. Quería un paisaje en el que el personaje se transforma y por eso no recurrí a muchos más elementos o personajes, a excepción de la interacción con otros animalitos. Sentía que el camino lo tenía que recorrer sola la protagonista, como en el feminismo, donde una sola empieza a procesar sus inquietudes y las interioriza. Tampoco veía la necesidad de saturar mucho las páginas; no sé si fue por bolear tanto carboncillo que eso salió así.

La figura del cuervo me llamó mucho la atención porque este animal también aparece en Hicotea de Lorena Álvarez como antagonista; sin embargo, en su cómic es todo lo contrario. ¿Qué significado tiene en su obra?

No he tenido la oportunidad de leer Hicotea, pero he visto que Lorena dibuja mucho al cuervo y hasta lo publica en sus redes sociales virtuales. Incluí a este animal por varias razones. Por un lado, los animales cargan con estigmas y estereotipos, incluso se los compara con las mujeres por sus comportamientos o por el tratamiento que reciben en las historias (por ejemplo, “¡qué mujer tan brava, parece una víbora!”; “¡esa muchacha tan empoderada sexualmente es una perra!”). Incluso pensé en trabajar a estas mujeres como diferentes animales. Por otro lado, tiene un significado muy valioso para mí, en el plano personal, porque en cierto modo es un homenaje a un amigo de apellido Cuervo que hace algunos años se suicidó. Lo escogí en parte por eso.

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El agua, la tierra, el fuego y el viento son más imponentes que los personajes de la historia, como en la película 4 Elements de Jiska Rickels. ¿Por qué tomar cada uno de esos cuatro elementos para la narración?

No creo que haya visto la película, no lo recuerdo (¡tengo muy mala memoria!). Me gusta el tema de los cuatro elementos porque para mí son una analogía del paisaje interno y de cómo ese paisaje se transforma. Busqué asociar cada elemento a un sentimiento que la protagonista estuviera viviendo y a su transformación en la narración. Los cuatro elementos son una metáfora de lo que sucede al interior de ella.

Aunque esta obra es una continuación de sus temáticas oníricas y de corte reflexivo, su extensión es mayor a la de otras que ha publicado. ¿Cambió ello su proceso de trabajo?

Antes de esta obra yo había empezado a trabajar otra con la beca que me gané del Ministerio de Cultura para ir a Angulema, en Francia. Allá cambié mi forma de trabajo habitual, quise empezar con un guion escrito que me diera las bases para dibujar. Pero haciendo eso, llegué a un punto en el que no fui capaz de trabajar así. Yo necesitaba ver gráficamente lo que quería decir. Gracias a ese ejercicio, decidí trabajar Pareces una salvaje como venía trabajando desde el comienzo con los fanzines, donde todo es más visual y apunto una que otra idea para el storyboard. No creo que haya una forma correcta de trabajar; según lo que he conversado con mis colegas, no necesariamente tiene que haber un guion escrito para luego ir al storyboard.

¿Por qué en algunos momentos incluye viñetas enormes y páginas dobles que ocupan todo el espacio?

Quería darles protagonismo a ciertas situaciones de la historia. Detenerme a mirar más el paisaje, imponer ciertas cosas, como la montaña. Algunas decisiones son porque necesitaba aire o un descanso en medio de lo que ocurría en la narración y otras son para destacar ciertos aspectos del paisaje, como el crecimiento de las ramas. Es una decisión técnica.

En noviembre del año pasado varios originales de Pareces una salvaje fueron expuestos en Un nuevo error (Medellín). Además, usted participó en la exposición Saltar el muro con una obra comisionada para esa muestra; ¿qué le parece pasar de la publicación impresa a que su trabajo sea exhibido en paneles?

Fue muy bacano. En Saltar el muro imprimieron las páginas con un formato más grande del original. Me hubiese gustado tener más tiempo para experimentar con el formato porque había libertad para ello. Lo trabajé de forma convencional. En términos de impresión y de exhibición me pareció chévere porque podía tener una distancia frente a lo que había dibujado, y las texturas del carboncillo se notaban más en la exposición. Esa posibilidad me pareció linda.

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¿Cuáles son los dibujantes que marcan su rico vocabulario visual?

Hay un ilustrador catalán, Ignasi Blanch. Él visitó la Fiesta del Libro en Medellín hace unos años y se convirtió en un referente muy cercano. Las enseñanzas que nos dio en los talleres me cachetearon porque yo estaba muy preocupada por dibujar cosas que estéticamente se vieran muy lindas (o correctas). Él vio mi portafolio y dijo: “Está lindo, pero no dice nada”. Desde ahí traté de entender qué quería decir él con eso y me empezó a interesar mucho la ilustración narrativa, qué se podía decir con los dibujos; por eso muchas veces no recurro al texto sino a los símbolos, los elementos, las pistas... Es un juego con el lector: qué puede descubrir e interpretar con la imagen. También me gusta mucho el trabajo de Tillie Walden, me parece una narradora tremenda (¡cuando sea grande quiero ser como ella!). El trabajo de Lorena Álvarez y Powerpaola también me estimulan. De las primeras novelas gráficas que leí fue Persépolis de Marjane Satrapi, qué narradora, con unos dibujos tan simples cuenta una historia muy compleja. Hay muchas y muchos más referentes.

¿Por qué eligió la risografía para la impresión del cómic?, ¿qué le suma esta técnica a la obra?

Yo nunca había hecho nada en risografía. Vi una antología [Ed. San Condominio], que publicó el colectivo de La Chimenea, en risografía ‒muy bella‒ que le aportaba unas texturas al trabajo. Además, ese desfase entre planchas de color me gustó. Así que un poco a ciegas me fui a imprimir a La Bruja Riso. Yo no acudí a ninguna editorial para editar la obra, así que quería ir a un lugar que promoviera la creación de historietas y sus publicaciones. No sabía cómo iba a quedar el carboncillo en risografía y me gustó. Creo que fue la técnica de impresión apropiada para el carboncillo.

Como lo menciona, Pareces una salvaje no tiene respaldo editorial. Pero no por ello deja de ser un libro bien trabajado en sus formas, no tiene excesos. ¿Cómo fue el proceso de edición de este trabajo?

En el proceso me encontré con dificultades, no sabía cómo iba a terminar la obra, porque la fecha de entrega era de solo tres meses. Entré en pánico varias veces, pero me apoyé en personas que le dieron una mirada. Esa obra no tenía un final hasta una semana antes de entregarla a impresión porque me tosté, ya ni sabía cómo terminarla. Al final, creo que se dio bien. En todo caso, trabajar con un editor que te acompañe debe ser diferente. En mi caso, fueron colegas y amigos quienes me ayudaron con la edición.

Por Diana Gil Guzmán

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